Teresa

Nacida en Mochales (Guadalajara) el 5 de marzo de 1909. Se llamó en su bautismo Eusebia García García y sus padres Juan y Eulalia. Fue la segunda de ocho hermanos.

Desde los seis años, vivió largas temporadas con su tío sacerdote D. Florentino, que en 1936 también derramó su sangre por Cristo Rey, en Sigüenza (Guadalajara).

A los nueve años hizo dos votos: de castidad y esclavitud mariana, lo que nos muestra su vida de piedad.

En 1918 ingresó como alumna interna en el colegio de las Religiosas Ursulinas. Leyendo la biografía de Santa Teresa del Niño Jesús “Historia de un alma”, se sintió claramente llamada al claustro carmelitano, inclinándose desde el primer momento hacia el Carmelo de San José de Guadalajara. Tuvo que esperar un poco de tiempo, que aprovechó para perfeccionarse en el estudio de la música y en ir adiestrándose en una vida de penitencia.

Se fijó la entrada en el Monasterio para el 2 de mayo de 1925, cuando contaba 16 años. Día de gran sacrificio para todos: una paloma volaba al palomar y hasta su hermanito Gaudencio, desde su cuna, le alzaba los brazos como queriendo retenerla.

Atravesada la puerta de clausura, la nueva postulante se sintió plenamente feliz, todo le encantaba: su celda, los claustros, la vida de comunidad… su deseado nombre de Teresa del Niño Jesús, al que más tarde añadió: y de San Juan de la Cruz.

Desde su entrada ejerció el oficio de organista, estrenándose con motivo de la canonización de Santa Teresita (25 de mayo de 1925).

El 6 de marzo de 1930 pronunció sus votos solemnes de pobreza, castidad y obediencia. Poniéndose a trabajar con ahínco en su santificación y hacer que toda su vida religiosa resplandeciera por su amor, fidelidad y abandono a la voluntad de Dios. Ya era “toda de Jesús y Jesús de Teresa”.

En carta a una amiga religiosa escribía: “Lo único que tengo son deseos, pero deseos grandísimos de ser santa, de ser toda de Jesús… de pagarle amor por amor”.

De temperamento fuerte, nunca se rindió en la pelea contra sí misma; se la oía afirmar: “no me desaniman mis defectos, al contrario, pues así tengo más ocasiones de merecer luchando contra ellos y harán un día resplandecer en mí la infinita misericordia de Dios”. “No me gustan las vidas de los santos en las que sólo hablan de sus virtudes, ocultando sus faltas y combates. Cuando yo muera, no oculten mis defectos para que brille más la misericordia de Jesús para conmigo”.

Alma profundamente eucarística y misionera, pasaba largas horas ante el sagrario tomando “baños de Sol”, pidiendo por la santificación de los sacerdotes y la salvación de las almas.

Sus principales virtudes se pueden resumir: Espíritu de trabajo, mortificación y servicialidad; sobrenaturalizándolo todo y elevando su pensamiento a Dios.

“Al exterior como todas, al interior como ninguna” repetía con frecuencia.